Las cantigas de caboclos en el ritual umbandista, fijan también en la memoria esa palabra, que no es un determinado terreno como las fuentes del Cariri o tampoco un hecho histórico-epicizado como la batalla de Humaitá en la guerra de la Triple Alianza donde Ogún peleó por Brasil, claro, como el Cid lo hacía por Alfonso VI de Castilla y Roland por Carlomagno.
Como Eshu opera en todos los planos de la Naturaleza, al ser guardián de los caminos tanto horizontales como verticales, se asienta con elementos de los tres reinos: mineral, vegetal y animal.
b) Del reino vegetal: utiliza bebidas destiladas, tabacos, ataré (pimientas), frutas, verduras, aceites, especialmente de dendé.
c) Del reino animal: obviamente, los animales a él dedicados, tales como gallos, gallinas, palomas, cabras, chivos, y elementos de trabajo como carnes provenientes de otros animales que no le fueron ofrecidos en su ley.
Finalmente señalemos que el fuego está presente en las velas que se encienden en su honor, así como en la pólvora que se quema para descargar.
Como su número cabalístico es el 7, representación cabal de la completud humana, al erigir una aruanda se emplean a vía de ejemplo: siete clases de tierra, aquí entran las de encrucijada, plaza, mercado, institución bancaria, hospital, etc.. Siete clases de aguas, tales como de mar, río, lluvia. Siete metales o limaduras, como hierro, cobre, oro, plata, mercurio -este representa su movilidad, capacidad de cambio y adaptabilidad-. Siete bebidas, por ejemplo whisky, cognac, caña, ron, sidra, vino, licores.
Esta descripción vale a modo de ilustración para el lector no iniciado en Kimbanda, y por supuesto no tiene la completud necesaria ni el orden en que se va asentando cada material ya que el hacerlo bien es responsabilidad de cada quien con su iniciador. Estamos lejos de estimular el “hágalo Ud. mismo” si realmente no lo sabe hacer. Recordamos hasta el cansancio que todo absolutamente tiene un efecto, así que si el lector quiere servir a Eshu, primero debe prepararse. Si quiere hacerle un agrado y no sabe cómo, primero busque una casa de Kimbanda. Si no encuentra una que le satisfaga plenamente, entonces diríjase a una encrucijada tranquila, lleve una ofrenda bien simple, como un cigarro, enciéndalo, dé tres bocanadas y con respeto háblele a Eshu. Pida lo que necesita y ofrezca volver a ese lugar una vez realizado el pedido para agradecer con un regalo de mayor consideración. Deje el cigarro encendido, vuelva por su camino con confianza, porque Eshu le escuchó. ¿No es acaso la encrucijada su oficina?.
Pero una vez cumplido el pedido a su satisfacción, vuelva en serio al lugar en el que despachó la petición y con el regalo prometido. Quien cumple es oído en otra ocasión. Recuerde que Eshu es juguetón y más vale que usted no sea su juguete por haber faltado a su palabra.
Dentro de la Aruanda se efectúa el trabajo esotérico de Eshu; es decir, el reservado únicamente a sus cultores y a ellos mismos cuando se encuentran corporizados. Ofrendas, bandejas con comidas votivas, o servicios en los que se despliega el conocimiento ancestral de los elementos mágicos que “mueven” la energía de los elementales. El trabajo exotérico -es decir, público, abierto- es el que puede verse en un ritual de Kimbanda, ese que a menudo se confunde con una fiesta social. Eshu danza incorporado y canta; en esa acción está también presente la magia, movilizando, poniendo en acción todo un universo de fuerzas para lograr un objetivo. El lector poco avisado o no familiarizado con los cultos anteriores al cristianismo puede pensar: ¿cómo será que puede establecerse un puente dinámico entre cánticos y danzas?. Pues bien, tome en cuenta primeramente lo que significa, en todas las civilizaciones, absolutamente todas, la palabra como síntesis de concepto. Nombrar es hacer real desde el punto de vista físico. Se dice por ejemplo “campo”, y usted sabe de qué se trata: lugar amplio, generalmente verde, que aporta un sentimiento de calma, etc. Es decir, que una palabra produce una imagen mental y de ahí surgen imágenes complementarias de toda clase: auditivas, olfativas, afloran sentimientos -me gusta, me pone melancólico el atardecer en el campo- … Todo surgió de una palabra muy simple. Esa es la fuerza que proporciona la evocación, el encadenamiento de ideas que redondean un núcleo madre.
Hay frases -en Oriente llamadas mantrams- que asocian los sonidos de manera tal que repetidos una y otra vez, provocan fenómenos de apertura mental y comunicación. Del mismo modo, un “ponto cantado” es una cadena de frases, a menudo simples, que describen un hecho o una cualidad, y que entonadas de manera acertada y en el momento adecuado, hacen de puente entre este plano físico, nuestro plano mental humano y el plano de acción de los elegbaras, que es un grado relativo del plano astral.
Entonces cuando se canta para Eshu o él mismo canta, desenvuelve un registro de puntos de energía que al desplegarse, proyectan un haz de efectos en dos direcciones: por un lado hacia arriba, comunicando planos y llevando la energía a entidades espirituales cada vez más avanzadas; y por otro hacia abajo en torno a nosotros mismos y a las entidades que, aún sin que podamos percibirlas, se encuentran en este nuestro plano, sin poder elevarse por diferentes causas. Con la danza acontece algo semejante. Por ser una actividad liberadora y productora de energía, al ser practicada con espíritu devocional, funciona como conectora, en primer término consigo mismo y luego con los diferentes planos superpuestos de la existencia.
Así, por el efecto doble del canto y de la danza, Eshu se proyecta y efectúa su trabajo principal, que consiste en ser, por sobre toda otra cualquier actividad, un principio dinámico universal, que actúa sobre todas las formas pasibles a ser materializadas. Por eso insistimos al lector que recuerde que todo cuanto se hace efectivo en la existencia de este plano, depende de él, pues es el vehículo del ashe de las divinidades de Dios, podríamos decir sus opulencias, los orisha africanos.
Según la doctrina africanista, Eshu es el único ser creado por Olorun que tiene libre tránsito en todos los sentidos en cualesquiera de los nueve sectores que componen el universo visible e invisible. De ahí su misión de mensajero y guardián de los límites, así como unificador. Si recordamos que, tradicionalmente, los elementos son cuatro, esto es FUEGO, TIERRA, AIRE y AGUA, más las combinaciones de ellos y los estados de transición entre unos y otros, veremos con claridad cuáles son los locales de Eshu y sus diversas funciones.
También los cementerios son puestos de trabajo de Eshu, ya que son límites por excelencia, donde los cambios de la materia se operan bajo su custodia, originando nuevas formas de vida y evolución.
Por todo esto, creemos firmemente en la necesidad de resaltar esta figura que, al principio, nombramos como “controvertida”. Pero aducimos que la controversia tiene mucho de incomprensión y de prejuicio, porque cuando vamos develando su significación en todos los niveles, más claramente podemos gratificarnos de contar con esta energía que nos ayuda en el día a día a desarrollarnos como individuos útiles y a encontrar el sentido de la Creación toda.
Dichoso aquél que cuenta con la amistad y amparo de Eshu, porque se encuentra con un compañero de ruta en el largo y arduo camino de la evolución. Y sin evolución, sólo hay retorno.
Fragmento extraído del libro:
El principio dinámico de la vida, guardián de los límites, comunicador